Aquests dies he estat molt i molt refredada. Ulls plorosos, mocs, tos, mal d'òssos, fred, calor. D'aquells refredats que s'agafen pel canvi de temps... Total, una llauna! Quan ho explicava tothom em deia: Però tens febre?? He trobat aquest Articuento del Sr. Millás. Les coses no passen per casualitat.
"Comprendo que muchos médicos no te den la baja si no tienes fiebre: se trata del elemento emblemático de la enfermedad. Una dolencia sin fiebre es como un jardín sin flores o un matrimonio sin hijos. Ahora bien, las temperaturas altas se disfrutan más en la adolescencia que en la madurez, que es una época sombría en la que te fastidia todo lo que en la cama te impida leer novelas policíacas. De niño, llevas dentro de ti estas novelas, aun sin haberlas leído. Recuerdo muy bien las fiebres de antaño. Una vez que abandonaban la habitación el médico y mi madre, yo me volvía hacia la pared y con los párpados a media asta inventaba imágenes sobre las irregularidades de la pintura, donde dibujé mi futuro. Me veía inclinado sobre una mesa, escribiendo libros, en lugar de navegando por el Nilo. Ahora que escribo libros, cuando logro enfermar, que no es habitual porque tengo una mala salud de hierro, suelo buscarme en el techo, en vez de en la pared, y me veo con un sombrero de explorador, qué cosas.Cada época tiene sus sueños, sus fantasmas. En cierto modo, podría decir que soy más adolescente ahora que entonces. Ya nunca busco mi futuro en las paredes, por ejemplo, porque el futuro es esto y me fastidia desperdiciar las enfermedades dándole vueltas a la hipoteca. La fiebre es un descanso, sobre todo en plural: las fiebres. Tuve una tía que padecía "fiebres", lo que yo interpretaba algo así como que se iba de vacaciones con frecuencia. Lo malo es que eran tifoideas, término que a mí me sonaba a alcantarilla. Si hubiera habido fiebres saturnales, fiebres arboriformes o fiebres comparadas, me habría apuntado con gusto a cualquiera de ellas. Me tuve que conformar con las que producían las anginas, que no sé ahora si tienen nombre. Pero a ellas les debo todo lo que soy. En cierto modo, lo que he hecho desde que crecí y sustituí las anginas por unas faringitis sin gracia, producto del tabaco y otros humos, no ha sido sino un mero reflejo de lo que en aquella época proyecté sobre la pared de mi habitación. Este que ahora escribe sobre una mesa llena de libros y fetiches personales no es sino la realización de aquella sombra de mí mismo que veía en la pintura febril. Y es que, muchas veces, quien realmente estaba enferma era la pared. De otro modo, no se entienden las formas que adoptaba ni los mensajes que se desprendían de sus surcos. Cuando la pared enfermaba, en seguida comenzaba a trazarse sobre su superficie el mapa de mi vida. Lo tengo grabado en la cabeza con más precisión que el de Europa, que nos obligaban a estudiar con increíble violencia. Ahora yo soy el mapa y la pared no es más que una pared, pero no logro dotar de fiebre a mis accidentes geográficos. Por eso quizá el médico no me da la baja. Con razón."
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