Translate

dissabte, 13 de gener del 2007

De lo cotidiano

La taza de café tenía dibujadas unas grandes nubes negras. Eran las mismas que veía en ese momento a través de la ventana abierta de la habitación. Se rompió el silencio y los paraguas se abrieron en la calle. De repente, un gran golpe. Se puso las manos en la cara y a través de sus dedos vio a la mujer tendida en la calle, mientras los transeúntes la miraban sin pararse. Todos juntos, formaban una extraña escena, mientras la lluvia, despacio, no dejaba de caer. Frente a la ventana, en solitario, sintió por primera vez en qué se había convertido su vida. Un gran vacío. No podía dejar de oír en su cabeza el zumbido de miles de abejas. Su salud, había ido mermando día tras día, hasta llegar a la reclusión en aquellas cuatro paredes.

De nuevo, una fuerte estampida pareció romper el cielo en dos. Era la típica tormenta de primavera que trae esos días de rutina, largos y pesados. Tenía hambre. Fue hasta la cocina a cortar un poco de jamón. Era muy salado y molesto para sus anginas enrojecidas. El picor era terrible. Vio que todavía tenía el precinto y lo arrancó. Parecía un anillo en la pata de aquel pobre animal. Nadie le pregunto al cerdo si quería ser jamón. No tuvo voz ni noto. En la calle seguía lloviendo y se quedó inmóvil, como el pobre cerdo, disecado. Esperó en la cocina que saliera de nuevo el sol. Había aprendido del abuelo a leer en las nubes y a ver la cara oculta de la luna, que como una gran pelota brillaba en las noches de verano. Entonces, se sentaban uno junto al otro, sin mediar ni una palabra, mientras miraban al cielo y sentían un calor húmedo en sus mejillas.

En el momento en que el sol asomó tímidamente entre los tejados, la taza resbaló de su mano y se hizo añicos en el suelo. Todo se había roto. La mujer de la calle, la vida del cerdo, la taza.

Se acercó a la despensa, tomó otra taza y se sirvió un poco más de café.

Tempesta


Tinc el cel sota els peus i quan miro enlaire, em fan pessigolles al nas les fulles dels arbres capgirats. Està a punt de començar la tempesta i puc sentir com l’electricitat dels llamps em traspassa, des de el taló, fins la darrera ondulació del cabell. En alguns moments m’he de tapar amb les mans les orelles. No puc suportar el càstig dels trons que ressonen. Sento l’estómac regirat. La tempesta finalment esclata i per les meves cames es comencen a enfilar degotims de pluja. Les gotes s’escampen per cada racó del meu cos i l’omplen de dibuixos humits. De tant en tant algun degotall conflueix, i en la pell se’m formen nusos que a la primavera seran flors. Els camins d’aigua s’han tornat serps que m’entortolliguen el ventre. Miro amunt i un tel negre i espès, retalla les serralades, i les muntanyes m’amenacen amb els cims tallants, esmolats ganivets de cristall. Els rius tornen als seus orígens, recollint el fang vermellós, arrossegant el verdet de les pedres arrodonides pel corrent, retrobant l’oxigen. Als meus peus, constel·lacions metàl·liques m’observen. Poc a poc s’atura el xàfec i l’escalfor del sol m’arriba tímidament a les cames. M’assec en el balancí de colors que ha format la llum i la pluja. És quan s’esquinça la tempesta quan m’agrada gronxar-me ben fort, cap amunt. És quan sento que toco de peus a terra. Quan acarono amb els peus, les poncelles que creixen al marge del camí.

Eva
Barcelona a 2 d’octubre de 2006