Las paredes tienen oídos.
Vuestros oídos tienen paredes.
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dissabte, 17 de maig del 2008
Gemma Gorga i López - "La casa"
Els ossos són llargs passadissos blancs on sempre fa fred, com si la mort s’hagués deixat la porta oberta. Potser el cor és el lloc on primer germina l’espora del dolor, humida i roja, però és als ossos on aquest dolor perdura, insistent, com un grapadet de pols sorrenca. L’aire es cargola, es descargola, empeny, escampa fotografies damunt aquestes tovalles on tan difícil és acabar-se el sopar ara que no hi ets, ara que el menjador s’omple amb les papallones absurdes del record. Intento fixar-los les ales amb agulles ben fines, però sense voler em punxo els dits i els llavis. I ja no puc dir, ja no puc fer res més que passar-les d’una mà a una altra mà: fotografies com petites calaveres entre el ser del passat i el no ser del present.
Angeles Mastretta - Mujeres de ojos grandes ( fragment)

Jules Verne - Viaje al centro de la tierra (fragment)

"No era la luz del sol con sus haces brillantes y la espléndida irradiación de sus rayos ni la claridad vaga y pálida del astro de la noche, que es sólo una reflexión sin calor. No. El poder iluminador de aquella luz, su difusión temblorosa, su blancura clara y seca, la escasa elevación de su temperatura, su brillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen puramente eléctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenómeno cósmico continuo que alumbraba aquella caverna capaz de albergar en su interior un océano. La bóveda suspendida encima de mi cabeza, el cielo, si se quiere, parecía formado por grandes nubes, vapores movedizos que cambiaban continuamente de forma y que, por efecto de las condensaciones, deberían convertirse en determinados días, en lluvias torrenciales. Creía yo que, bajo una presión atmosférica tan grande, era imposible la evaporación del agua; pero, en virtud de alguna ley física que ignoraba, gruesas nubes cruzaban el aire. Esto no obstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes eléctricas producían sorprendentes juegos de luz sobre las nubes más elevadas: se dibujaban vivas sombras en sus bóvedas inferiores, y, a menudo, entre dos masas separadas, se deslizabas hasta nosotros un rayo de luz de notable intensidad. Pero nada de aquello provenía del sol, puesto que su luz era fría. El efecto era triste y soberanamente melancólico. En vez de un cielo tachonado de estrellas, adivinaba por encima de aquellos nubarrones una bóveda de granito que me oprimía con su peso, y todo aquel espacio, por muy grande que fuese, no hubiera bastado para una evolución del menos ambicioso de todos los satélites. "
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