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dissabte, 17 de maig del 2008

Maig del 68. Quaranta anys després

Las paredes tienen oídos.
Vuestros oídos tienen paredes.

Gemma Gorga i López - "La casa"

Els ossos són llargs passadissos blancs on sempre fa fred, com si la mort s’hagués deixat la porta oberta. Potser el cor és el lloc on primer germina l’espora del dolor, humida i roja, però és als ossos on aquest dolor perdura, insistent, com un grapadet de pols sorrenca. L’aire es cargola, es descargola, empeny, escampa fotografies damunt aquestes tovalles on tan difícil és acabar-se el sopar ara que no hi ets, ara que el menjador s’omple amb les papallones absurdes del record. Intento fixar-los les ales amb agulles ben fines, però sense voler em punxo els dits i els llavis. I ja no puc dir, ja no puc fer res més que passar-les d’una mà a una altra mà: fotografies com petites calaveres entre el ser del passat i el no ser del present.

Angeles Mastretta - Mujeres de ojos grandes ( fragment)

... Cuando la tía Carmen se enteró de que su marido había caído preso de otros perfumes y otro abrazo, sin más ni más lo dio por muerto. Porque no en balde había vivido con él quince años, se lo sabía al derecho y al revés, y en la larga y ociosa lista de sus cualidades y defectos nunca había salido a relucir su vocación de mujeriego. La tía estuvo siempre segura de que antes de tomarse la molestia de serlo, su marido tendría que morirse. Que volviera a medio aprender las manías, los cumpleaños, las precisas aversiones e ineludibles adicciones de otra mujer, parecía más que imposible. Su marido podía perder el tiempo y desvelarse fuera de la casa jugando cartas y recomponiendo las condiciones políticas de la política misma, pero gastarlo en entenderse con otra señora, en complacerla, en oírla, eso era tan increíble como insoportable. De todos modos, el chisme es el chisme y a ella le dolió como una maldición aquella verdad incierta. Así que tras ponerse de luto y actuar frente a él como si no lo viera, empezó a no pensar más en sus camisas, sus trajes, el brillo de sus zapatos, sus pijamas, su desayuno, y poco a poco hasta sus hijos. Lo borró del mundo con tanta precisión, que no sólo su suegra y su cuñada, sino hasta su misma madre estuvieron de acuerdo en que debían llevarla a un manicomio.

Jules Verne - Viaje al centro de la tierra (fragment)


"No era la luz del sol con sus haces brillantes y la espléndida irra­diación de sus rayos ni la claridad vaga y pálida del astro de la noche, que es sólo una reflexión sin calor. No. El poder ilumina­dor de aquella luz, su difusión temblorosa, su blancura clara y seca, la escasa elevación de su temperatura, su brillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen pura­mente eléctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenómeno cósmico continuo que alumbraba aquella caverna capaz de albergar en su interior un océano. La bóveda suspendida encima de mi cabeza, el cielo, si se quiere, parecía formado por grandes nubes, vapores movedizos que cambiaban continuamente de forma y que, por efecto de las condensaciones, deberían convertirse en determinados días, en lluvias torrenciales. Creía yo que, bajo una presión atmosférica tan grande, era imposible la evaporación del agua; pero, en vir­tud de alguna ley física que ignoraba, gruesas nubes cruzaban el aire. Esto no obstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes eléctricas producían sorprendentes juegos de luz sobre las nubes más elevadas: se dibujaban vivas sombras en sus bóvedas infe­riores, y, a menudo, entre dos masas separadas, se deslizabas hasta nosotros un rayo de luz de notable intensidad. Pero nada de aque­llo provenía del sol, puesto que su luz era fría. El efecto era tris­te y soberanamente melancólico. En vez de un cielo tachonado de estrellas, adivinaba por encima de aquellos nubarrones una bóveda de granito que me oprimía con su peso, y todo aquel espacio, por muy grande que fuese, no hubiera bastado para una evolución del menos ambicioso de todos los satélites. "