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dimecres, 9 de juliol del 2008

Armando en el parque

Sabe? En la facultad me afanaba en ser popular. No quería ser ni el tonto, ni el tímido, ni el empollón. Ella estaba en la fiesta y no me quitó el ojo de encima hasta que nos presentaron. Me enredó en su pelo rojo después de muchos vodkas. Por la mañana ya no había vuelta atrás y sentí que había sido un gran error. A pesar de todo, sentí miedo de quererla. Desnudo, sin querer mirarla todo se derrumbó a mí alrededor. Había sido tierno pero cómo iba a decirle que no me había gustado. Ni yo mismo entendía qué me pasaba. No dejó de parlotear hasta que amaneció. Ni un silencio. Hasta que lo soltó:
-Armando, perdona, pero tú no eras rarito?
No, no supe nada más. Nunca. Le parece extraño? De hecho la había olvidado hasta el día en que la vi. Ella me hizo recordar a aquella chica de pelo rojo. Si, fue la única mujer con la que he hecho el amor. Quizás por eso todavía la recuerdo. Nunca me buscó. No hubo reproches. El día en que la ví, paseaba hablando sola por el parque. Con aquel largo abrigo azul parecía un fantasma. Iba acompañada de un perro que saltaba y jugueteaba a su alrededor. No pude deducir quién paseaba a quién. Un día un chico desaliñado que la acompañaba la llamó: Ana Ulma! Menudo nombre ridículo, pensé. Pero tenía algo, todavía no sé qué, que me hizo asiduo al parque. Quizás fue curiosidad. Me sentaba cada día en el banco y pasaba el rato leyendo algún libro, observando la vida absurda de las palomas, escuchando los gritos de los niños malcriados. Hasta que ella llegaba trotando con la melena despeinada, una sonrisa eterna y la mirada inquieta. El perro trotaba a su alrededor y corría a recoger la pelota que le lanzaba. No dejaba nunca de sorprenderme. Un día aparecía con un extraño sombrero de flores, otro, cargada de bolsas de papel de donde sacaba comida para los pájaros. Durante dos semanas se sentó en un banco del parque cercano al mío y pasaba horas haciendo punto. Tejía una larga bufanda de color rojo y naranja que jamás terminó. Era horrible. Me gustaba la cara que ponía cuando tenía que deshacer algún trozo o cómo seguía con la lengua el movimiento de las agujas. Aquella niña me hacia olvidar por un tiempo. Sabía que no era amor. No como el que siento por Robert. Era algo diferente, ternura, simpatía. No sé. Y aquella niña medio loca me cautivó. No sé porque le estoy contando esto. Hace tiempo que no la veo. Sólo me queda la bufanda de color rojo y naranja que me regaló. Ya sé que piensa. No me importa. Pero ve como no odio a todas las mujeres? Si, ella tiene algo especial. Incluso a veces he llegado a pensar que podía ser hija mía. Qué le parece? Absurdo, no? Joder! A usted no hay quien le entienda. Que más quiere que le cuente. No hay nada más. No, no hablé con ella. Porqué iba hacerlo. No había nada de qué hablar.
Eva Juny 2008