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dimarts, 20 de novembre del 2007

Vladimir Nabokov - El duende de la madera (fragmento)

"Sus ojos brillaron como hojas húmedas; tenía los brazos cruzados y, a la trémula luz de la vela consumida, unas pálidas hebras peinadas hacia la izquierda relumbraron de un modo inquietante. -Sé que también sufres-fulguró nuevamente su voz-, pero tu sufrimiento, comparado con el mío, mi tempestuoso, turbio sufrimiento, es sólo la respiración pausada del que duerme. Piénsalo: no queda nadie de nuestra tribu en Rus. Algunos nos alejamos como jirones de niebla, otros se dispersaron por el mundo. Nuestros ríos son melancolía, ninguna mano intranquila esparce los rayos de la luna. Quietas están las huérfanas campánulas que por azar permanecen intactas, el gusli de un deslavado azul que alguna vez mi rival, el Duende de los Campos, empleó en sus canciones. Bañado en lágrimas, el tosco y afable espíritu doméstico ha abandonado tu hogar en deshonra, humillado, y se han marchitado los bosques, su patética luz, su mágica sombra. "

Un lienzo en blanco

*Tal como ocurrieron las cosas, siguió rodeándome con el brazo y hablando de construir un nuevo muro para reemplazar la cerca podrida que dividía nuestro jardín de su huerto. Sabía que jamás abandonaría nuestra casa. Había trabajado para conseguirla.”
Jeannette Winterson

La mujer tendía unas sábanas en las cuerdas del patio. Escuchó un ruido a su espalda y detrás de la cerca vio a su vecino. Le pareció raro a esa hora no escuchar risas y correteos infantiles. Ni los gritos de la madre para que se portaran bien. Aquel hombre silencioso, tenía mirada de niño y olía a lavanda. Cada mañana se sentaba en un banquillo, tomaba los pinceles, preparaba el caballete y pintaba mares sobre una tela en blanco. El anciano parecía estar solo en la casa.- Hoy está usted muy tranquilo… -dijo la mujer con una sonrisa.- Si, si. Mi familia se ha ido de fin de semana y yo he preferido quedarme en casa. Dicen que como en casa no se está en ninguna parte. Menuda tontería! Si fuera así, yo no me sentiría prisionero.- Prisionero?- Si, prisionero. Mi yerno construyó la cerca.- Y para qué?- Cuando murió mi esposa quisieron que viviera en una residencia. De enero a marzo me escapé siete veces, así que le dijeron a mi hija y a mi yerno que no podían responsabilizarse. Desde entonces aquí me tiene, esperando a poder escaparme otra vez.- Dónde iría?- Pasearía por la playa, día tras día, hasta que la marea me arrastrara a sus entrañas y pudiera escaparme por última vez. Y usted?- Cree que necesito escapar? Quizás sí. Algún día reuniré algunos bártulos y me iré. Es mi hogar, pero creo que debo empezar de nuevo.La mujer que tendía las sábanas blancas pensó en su marido. Él quería construir un nuevo muro para reemplazar la cerca trasera que estaba podrida. El anciano del otro lado de la cerca, siguió mezclando blanco y azul en su paleta.- Se escaparía conmigo? – dijo la mujer- Dónde iríamos?- A la playa.Hoy han salido a tender la ropa. Pasaran juntos todo el verano en la playa. Lo mejor es que no se aman y cada uno tiene libertad de escaparse cuando quiera. Ella se ha hecho adicta al bricolaje. Quiere construir una cerca.
Foto de Eva Navarro