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dimecres, 18 de febrer del 2009

Modigliani versus Hopper

Ese gesto de espera en su cara. –Te quedarás soltera- le decían. Y así fue. Siempre ausente, con la mirada perdida en algún punto inconcreto. La señorita parecía tomar la vida con filosofía y deambulaba por ella como si de un paseo se tratara. Siendo hija única, a la muerte de sus padres, disponía de una economía desahogada que le permitía tener entre otras cosas, un abono para el teatro, en uno de los palcos que daba a la platea. Se sentía tan avergonzada en su condición de soltera, que esperaba a estuviera la función a punto de empezar para acceder a su localidad. El palco era compartido, para que nadie supiera que iba sola y evitar comentarios. Al terminar la función esperaba a que todo el mundo abandonara la sala, haciéndose la distraída, mientras releía el programa. Un hombre y una mujer de platea siempre se demoraban. Segunda fila a la derecha. La señorita los observaba. El hombre, como siempre, con cara de estar cansado de esperar. Mirando de soslayo hacia arriba, a uno de los últimos palcos.

La otra mujer ya ha desaparecido de su localidad. La señorita sabe que el hombre todavía la desea. Una noche, los vio discutiendo en un rincón del vestíbulo. La mujer apartó bruscamente las manos que el hombre le había tomado y echó a correr escaleras arriba. La señorita sufre por el hombre. Lo ve blanco, debe sentirse mal. Quizás esté mareado y tenga arcadas. La señorita cree que no puede soportar más la situación: vivir ese amor secreto. En la sombra, detrás de la luz.