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dilluns, 19 de febrer del 2007

Mi habitación







Me gusta ver el campo de lilas
plantado en el techo.
Sentarme en la lámpara;
columpiarme despacio.

Abandonada en la alfombra,
Nado entre espinas.

Toco el cristal de la ventana.
Helado, opaco.
Por el ojo de la pared,
la gente de la calle, me mira.

Palabras huecas
flotan en mi habitación.
Lágrimas
que mojan la almohada.

Los juguetes de mi vejez
Cada día son más nuevos.

Dibujo líneas en el escritorio.
Gomas de nata
Lapiceros rotos.

dissabte, 17 de febrer del 2007

Geografies


Una illa que sura. Sura, sense quasi tocar l’aigua. Les ones que arriben a les seves platges són d’escuma blanca. I l’escuma deixa petites bombolles a la sorra. Una gota sobre una petxina. Sorra blanca, humida d’ones que mai deixen d’arribar i mai marxen del tot. I l’aire és salat. Una brisa blau cel encercla l’illa. El sol, arriba al punt més alt. És un reflex metàl·lic, un punt en l’horitzó de plata. L’illa es fa fosca amb la lluna. Rodejada d’escuma d’alumini, la petxina blanca és quasi fluorescent. Sobre la sorra humida, cada onada deixa alguna cosa d’ ella. L’illa és quasi invisible en la foscor. Només s’intueix la silueta i l’olor salada de la nit.

dimecres, 14 de febrer del 2007


Un somriure costa menys que l'electricitat i dóna més llum.

Proverbi escocès

diumenge, 11 de febrer del 2007

Furóncol


La carn va començar a inflar-se a l’entrecuix, formant un petit i molest puig. El seu color va anar enrogint, fins a sorprendre amb tonalitats morades. El turó despuntà amb un cim quasi bé blanc. Rosegades de dolor. En poc temps, el turó va ser muntanya i la muntanya va ser volcà. El cràter es va obrir en un estrip silenciós i formant marees, llençà les immundícies del passat.
Foto de Antonio Mas

"Espejismos" (fragmento) - Jeanette Winterson


Evalué mis opciones.

Podía quedarme y sentirme desdichada y humillada.

Podía irme y sentirme desdichada y digna.

Podía suplicarle que volviera a tocarme.

Podía vivir de la esperanza y morir de amargura.

Reuní algunos bártulos y me fui. No fue fácil: también era mi hogar.

"Matar a Platón" (fragmento) Chantal Maillard

Cada noche, en la duración de un grito
viene una sombra nueva.

Cada noche, en la duración de un grito,
un alma acude a mi.
La acojo.
En el grito.
Ella no dura. Sólo se abre.
Y hay que entrar. Suavizar.
No hay que recordar.
Tan sólo entrar.
Respirando.-
(És per a tu. Per tot allò que ens va unir.)

Huida de esperanza

"Pasan despacio
nadie los mira
hijos de la angustia
grita el silencio.
Ojos vigilantes
rechazan el olvido.
Mujeres y pateras
arrancan vidas,
raíces de cristal.
Azul el lamento.
Cartón en las cabezas
vergüenza y alcohol.
Viaje sin destino
pesadillas
sueños que se invierten.
Plato con fondo
anciano en la chabola
cielo de uralita.
Alambrada y sangre
caras sin rostro

Campo de cruces."

Lecciones

"Escribió en mayúsculas su nombre en la arena. Las olas se deslizaron por encima de las letras y el nombre desapareció. La “e” aún flotaba entre la espuma, cuando el niño se metió en el mar dispuesto a rescatarla. Su padre lo sacó del agua y con una pequeña navaja escribió, otra vez, su nombre en una roca."

El fondo

Podía haber sido una bonita mañana. Estaban sentados en la cocina sin dirigirse la palabra, mientras en la radio dos expertos hablaban sobre el cambio climático. Había desayunado tostadas con mantequilla y mermelada. Mermelada sin azúcar. Había que cuidarse. La mujer se levantó y puso la olla con agua en la cocina de inducción. Miró a su mujer por encima del periódico. Hacía días que estaba distante. Enfadada. No se lo había dicho, pero él lo sabía. Ella puso la taza, la cucharilla y el platito en el lavaplatos y desapareció de la cocina. Él se miró la mano, detenidamente, para centrarse en las uñas demasiado largas. Repiqueteó sobre la mesa una melodía. Ella entró de nuevo en la cocina para coger el cesto. Ni lo miró. No entendía qué le pasaba a su mujer. Aquel malhumor hacía mucho que duraba. Quizás unos días. O meses. Se escuchó:

- vigila la olla!

Y la puerta se cerró, mientras él respondía:

- yo la miro!

Se tiró en el sofá. Cogió el mando a distancia e hizo zapping distraídamente. En la tele, unas alubias dentro de una sartén, un gato caminaba sobre unos mosaicos brillosos. Ellos habían tenido un gato hasta que se escapó. Fue por semana santa y todavía esperaban a que volviera en cualquier momento. Más tarde, alguien habló de los dientes, de prestar dinero, de rejuvenecer, de limpiar la vajilla. No había recogido la mesa y ella se molestaría. Últimamente se molestaba por todo. Preguntaría en la farmacia por la crema antiarrugas.
Se volvió a abrir la puerta. Escuchó unos pasos y un grito. Se levantó de un salto y fue hasta la puerta de la cocina. Ella estaba sentada en una silla. Con las manos, se tapaba los ojos y sollozaba. Había una oscura niebla y olía ha quemado. Él conectó el extractor y abrió la ventana. Se acercó a la olla. Una masa indescriptible se había adherido para siempre en el fondo.
Fue el día que ella se fue y la pasta se arruinó.

divendres, 2 de febrer del 2007

Ansiedad cronometrada

El tiempo aprieta mi muñeca.
Me siento presa de su esfera.
Sangre que no fluye.
Ansiedad.

Cuanto más corro,
más cerca siento el olvido.
Paseando despacio por la senda,
crece la memoria.

Recuerdo qué dulce era mi abuela.
He olvidado la sal que ayer me pidieron los vecinos.

Recorto la espera, celeste.
Desesperada, empiezo a buscar.
La ilusión perdura unas horas
como perfume.
Las olas recorrerán tu cuerpo
hasta que maduren.

Araño un nuevo minuto.
Extirpo un segundo más
de las horas,
del sol."


Eva

Febrer-Març 2006

Foto: "y diez" de Luis Lucia

Ruta 52



- Tienes que dejar siempre la escopeta en el comedor?

Bonnie estaba harta. Desde que se casaron, Clyde había cambiado mucho. Cuando se conocieron, ella era camarera y él la recogía en el restaurante cada día con su flamante Ford V-8. Siempre admiraba su peinado y le decía al oído cómo le gustaba el perfume. Sus ojos marrones la hacían enrojecer hasta bajar la vista al suelo. Clyde era como Robbin Hood y ella se sentía orgullosa de ese hombre que retaba a la policía en cada una de sus fechorías. El primer día que asaltaron juntos un banco, fue excitante. Todo sucedió muy rápido. Salieron con las bolsas cargadas disparando al aire, mientras el director del banco y los demás permanecían tirados en el suelo. Fue la primera vez que se atrevió a disparar el revolver y comprobó que no tenía mala puntería. Pero la recesión económica de esos años, hizo que el trabajo de Clyde fuera de mal en peor. Se pasaba las horas contando los billetes que les quedaban y bebiendo un bourbon tras otro. Ella lo miraba de reojo mientras recogía la mesa y ya no recordaba el motivo por el cual estaban juntos.

- Si quieres, puedo volver al restaurante.

Clyde ni la miró. Siguió bebiendo y con el humo del cigarrillo dibujaba círculos que se desvanecían en el aire. Hacía casi un año que no trabajaba. Mientras fregaba los platos, Bonnie recordaba cuando les persiguieron cinco coches de la policía y milagrosamente se deshicieron de ellos. Aquella noche lo celebraron por todo lo alto. Se secó las manos con un paño y observó la cicatriz. Se la hizo el día del atraco al Banco Federal. La policía les rodeó y ellos no tuvieron más remedio que escapar con rehenes. Aquella mujer estaba como loca y le hizo un corte con un pedazo de cristal.

- Clyde, me separo.

Siguió sin responder. Bonnie se quitó rápidamente el delantal y haciendo una bola, se la lanzó en la cara. Él no dijo nada. Estaba decidido! No podía estar todo el día viendo como se compadecía. No resistía tener que limpiar los vómitos de todas sus borracheras. No quería seguir en aquella situación. Desplegó el mapa y echó una rápida ojeada a la ruta 52. Cogió su abrigo, la escopeta y salió con el Ford derrapando hacia la carretera. A qué hora abrirían el banco?

El lector - Juan José Millás


"El iniciado estaba leyendo un libro de biología cuando la palabra cucaracha, presente en la página por la que lo tenía abierto, abandonó el lugar que ocupaba en una oración subordinada y se deslizó con agilidad hacia la parte interior del lomo, desapareciendo enseguida por una costura de la encuadernación. Sobrecogido, cerró el volumen y lo mantuvo alejado de sí durante unos instantes, observando sus bordes con desconfianza. Pasado el rato, y como no advirtiera ninguna actividad biológica, pensó que todo había sido producto de su imaginación y volvió a abrirlo al azar, tropezando con el capítulo de los insectos. Leía, pues, el apartado correspondiente al cuidado de las crías por parte de la mosca Sarcophaga carnaria cuando el término mosca comenzó a desplazarse delante de sus ojos y, tras errar de forma titubeante por la página, se dirigió al tercer párrafo, donde aparecía escrito el vocablo cadáver, sobre el que se colocó para digerirlo seguidamente sin prisas, letra a letra, regresando luego a su posición original en el texto. No se había repuesto del susto el iniciado cuando la expresión aparato reproductor, que aparecía en negrita, quizá porque estaba preñada, se aproximó al vacío dejado por la palabra cadáver y la volvió a parir en dos o tres minutos con caracteres idénticos a la devorada por la mosca de los sarcófagos. Fue al oftalmólogo, quien a su vez lo derivó al psiquiatra, que le recomendó un endocrino, según el cual no era raro que en el interior del ecosistema libro sucedieran estas atrocidades orgánicas mientras permanecían cerrados. Pero cuando ocurrían a la vista del lector significaba que éste debía dedicarse a escribir con la seguridad de que de su pluma sólo saldrían frases vivas, dotadas de metabolismo, vesículas y humores. Ahora vive de eso."

Juan José Millás

Con los pies en la tierra


El equilibrista se deslizaba por la cuerda. Mantenía el equilibrio sujetando un paraguas de colores. La cuerda se rompió y se hizo un gran silencio. Lentamente, como si de una pluma se tratara, descendió hasta el suelo.