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divendres, 28 de març del 2008

Jeannette Winterson – La niña del faro

“Salí a la calle tropezando con láminas de sol del tamaño de ciudades. El sol era como una multitud, era una fiesta, era música. El sol resonaba por las paredes de las casas y caía a plomo sobre los escalones. El sol tamborileaba el tiempo contra la piedra. El sol imponía el ritmo del día.”

Jeannette Winterson – La niña del faro (fragment)

“El barco estaba hasta la bandera de albaneses, cuatro generaciones de la misma familia: la bisabuela, reseca por el viento como una guindilla, piel de un rojo oscuro y un vivo temperamento; la abuela, reseca como un tomate al sol, dura, correosa, con la piel estriada por el calor, obligando a los niños a que le frotaran los brazos con aceite de oliva; la madre, húmeda como un higo violeta, toda ella abierta (la blusa, la falda, la boca, los ojos), una mujer abierta de par en par, lamiendo con los labios la rociada de sal que lanzaba el barco descubierto. Luego estaban los niños, de cuatro y seis años, un par de mequetrefes, sabrosos como limones.”

Charlotte Delbo – Auschwitz y después (Ninguno de nosotros volverá)



“Está la sed de la tarde y la sed de la noche, la más atroz. Porque, por l noche, bebo y el agua se vuelve de inmediato seca y sólida en mi boca. Y cuanto más bebo, más se llena la boca de hojas podridas que se endurecen.
O bien es un gajo de naranja. Estalla entre mis dientes y es sin duda un gajo de naranja – qué extraordinario encontrar naranjas aquí- la boca me sabe a naranja, el zumo se esparce por debajo de la lengua, toca el paladar, las encías, corre por la garganta. Es una naranja un poco ácida y maravillosamente fresca. El sabor a naranja y la sensación de frescor me despiertan. El despertar es horrible. Pero el segundo en que la piel de la naranja cede entre mis dientes es tan delicioso, que querría provocar ese sueño. Lo persigo, lo fuerzo. Pero es otra vez a pasta de hojas podridas convertida en argamasa que fragua. Tengo la boca seca. No amarga. Cuando se nota la boca amarga es que no se ha perdido el sentido del gusto, es que todavía hay saliva en la boca.”