Mientras mi hermana me habla intentando convencerme, miro hacia el suelo. Veo los surcos que forma la tierra: marrones, verdes, amarillos y rojos. Espero ver el día que las semillas formarán otras vidas. La próxima primavera. Vidas en forma de árboles y raíces. Raíces nuevas que me dejaran mover y no me atarán. Árboles en un gran bosque de respeto. Hojas nacidas de palabras. Miro a Ashrid y ella me devuelve la mirada preñada de dudas. En su pulgar, el anillo. El anillo de mamá. Brilla como fuego y me incendia y me llena de ganas. Calienta el vacío que desde hace tiempo forma parte de mi y siento que algo ha cambiado.
Sentadas en el jardín, puedo navegar con libertad de pensamientos. Espacio inmenso y finito que me envuelve. Observo el agua de la fuente y finalmente, bebo. Se desliza por mi garganta y dejo que fluya. Como mis furtivas lágrimas. Siento que se me han escapado casi todas, como la vida. Antes de marchar con Ashrid, le digo una vez más:
- No te importa abandonar el jardín?
- No te preocupes. Ahora tu miedo será nuestro amigo, y mañana, sembraremos nuevas semillas.
Eva 22/03/2006
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