El ojo soñó que era libre. Se abría el párpado y escapaba deslizándose hacia abajo por las pestañas. El ojo soñó que ascendía hasta el lagrimal y se dejaba caer por la nariz, como si de un tobogán se tratara y que salía despedido hasta la pecera. Durante unos minutos flotó, hasta que el pez naranja lo echó de su cárcel.
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