"Mi padre hacía, en la mañana, una ducha fría. Lanzaba, bajo el azote del agua, un grito, como un largo rugido; luego se vestía y tragaba grandes tazas de ese mezzorado gélido, en el que vertía muchas cucharadas de azúcar. Salía de casa cuando las calles todavía estaban oscuras, y casi desiertas; salía en la niebla, en el frío de esas albas de Torino, con en la cabeza una boina ancha, que le formaba casi una visera en la frente, con un impermeable largo y ancho lleno de bolsillos y de botones de cuero, con las manos detrás de la espalda, la pipa, ese paso chueco suyo, un hombro más alto que el otro; en las calles no había aún casi nadie, mas con las pocas personas que había él lograba chocar pasando, caminando ceñido, cabizbajo."
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