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divendres, 28 de març del 2014

David Vann - Sukkwan Island fragment


Roy contaba trece años -era el verano después de séptimo- y había llegado desde casa de su madre, en Santa Rosa, California, donde había recibido clases de trombón, jugado al fútbol, ido al cine y estudiado en una escuela del centro. Su padre había ejercido de dentista en Fairbanks. Padre e hijo estaban a punto de instalarse en una pequeña y coqueta cabaña de madera de cedro, con el tejado levemente inclinado, escondida en el fondo de un fiordo, en el mar del sureste de Alaska, cerca del Tlevak Strait, justo al noroeste de la reserva de South Prince of Wales Wilderness y a unos ochenta kilómetros de distancia de la ciudad de Ketchikan. Sólo se podía acceder desde el agua, con hidroavión o en barco. No había vecinos. Tras ellos se alzaba una montaña de seiscientos metros de altitud que formaba una colina imponente, unida por pasos de montaña a otros que se divisaban en la desembocadura del brazo de mar y más allá. Detrás de la cabaña se extendían unos cuantos kilómetros de isla, Sukkwan Island, pero eran kilómetros de bosque espeso sin carretera ni camino de ningún tipo, un frondoso manto de helechos, tsugues, picea, cedro, hongos y flores silvestres, musgo y madera en descomposición, hogar de osos, alces, ciervos, muflones de Dall, cabras blancas e igluts.