No dejas de mirarme. Sonríes, mientras en la olla permanecen pegadas las lentejas y el humo negro se escapa por la ventana. “Cuántos años tienes” me preguntas. Y lo sé en ese mismo instante. Agarro fuerte tu mano delicada y te acompaño hasta el salón. Te cuento quién eres y quién soy yo. La tarde se hace noche. No quiero dejarte sola. Quiero estar contigo cuando llegue la absoluta oscuridad.
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