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dimecres, 15 de febrer del 2017

Un verano sin fin : los orígenes

Con pocos meses mis padres me sumergían en el mar y yo no cerraba los ojos, fascinada. Con los mofletes hinchados y la boca llena de aire chapoteaba de los brazos de mi padre a los de mi madre. Al salir del agua, mi madre alzándome hacia el cielo me agarraba con fuerza para que no me escurriera, como un pescadito. Ellos reían a carcajadas mientras me caían gotas saladas en la cara y el sol brillaba en nuestra piel. Quizás por eso me gusta el agua. A veces recuerdo cuando estaba en el vientre de mi madre y quería moverme, hacer volteretas. Mientras flotaba en ese liquido dulce oía el ruido de los coches, el sonido de las hojas de los arboles, el reloj del campanario y el chisporroteo del sofrito de mi abuela. Ella dejaba en remojo unos días la legumbre, otros los calcetines del trabajo de mi padre, el bacalao, todo en agua. Yo oía como fluía por el grifo de la cocina. Primero de forma tenue, luego con fuerza y el agua formaba una cortina, un chorro. Un día le pregunté a mi madre cómo se ponían tan juntas y se escondían las gotas en el mar. No lo sabía. No lo saben todo. Mi tío me contaba siempre las guerras de pistolas de agua que hacíamos en verano. Terminábamos calados hasta el tuétano. Mi tío explicaba que yo no paraba de reír, como mis padres en la playa. En el colegio nos contaran la evolución y recuerdo que saqué muy buenas notas. Al principio éramos microorganismos. Puntitos mas pequeños que una gota de agua, mucho más, y vagamos en el agua tantos años, que se convirtieron en milenios. Y vivimos del agua, y en el agua nos multiplicamos y crecimos. Algunos nos convertimos en peces, otros en pájaros y mamíferos o reptiles, antes de ser humanos. Somos agua, y creo que por eso me gusta. A veces escucho en silencio como fluye dentro de mí. Unos días lenta, como si estuviera estancada, como en un lago. Algunos días lucha bravía o como en una caricia me ayuda dormir su vaivén. Otras, el agua se enroca y forma hilos de hielo en mi vientre. Por que cuando murió mi padre fui iceberg y granizo, y me dolía. Por dentro me rasgaba y lloraba despacio lagrimas saladas. Una vez tuve un hijo. Cuando sacó su cabeza, de mí manó agua tibia mientras lloraba lágrimas mezcladas con estrellas. A veces no me acuerdo quién soy ni de dónde vengo, ni cuál es mi origen. Pero somos agua y ese es mi principio.
Eva